MIGRANTES RETORNADOS: DEL AVIÓN AL BUS DE OLANCHITO
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Hoy cuando regresaba de la radio a mi casa, como de costumbre tomé un bus. Esta vez me subí en uno de esos que va hacia Olanchito, Yoro.
Desde que subí, noté que en el bus la mayor parte de pasajeros eran jóvenes que no pasaban los 30 años, con sus rostros cansados, despeinados. Algunos con ropa sucia.
Me senté junto a un muchacho de unos 20 años. Flaco, con un arete en la oreja izquierda, de esos que en un país como Honduras (dónde se estigmatiza a la juventud), da cierto cierto temor. Sin embargo ya metido en el transporte público, que más da!!. Toca arriesgarse a todo.
La mayor parte de los pasajeros en el bus eran migrantes. Los mismos que llegaron deportados esta mañana en un avión de la Policía Federal de México, al aeropuerto Ramón Villeda Morales, en La Lima, Cortés.
En su rostros se mezclaban expresiones entre la alegría de regresar a sus hogares y la nostalgia de no haber logrado «el sueño Americano».
Entre plática y plática. Y cómo uno es cómo los ladrones, que en cualquier lugar ponen la pistola, pero uno pone el micrófono 😅, entrevisté al joven con el que compartía asiento.
Hace un mes salió huyendo de La Ceiba, Atlántida. Su meta era llegar hasta Los Estados Unidos. La pandilla le estaba obligando a vender droga.
» Yo decidí salir de Honduras porque la pandilla me obligó a vender droga y no quise. Tuve que huir del lugar donde vivía. Ahora no puedo regresar».
» Me siento mal porque mi sueño era llegar a Los Estados Unidos, pero de alguna manera me siento alegre porque estoy en casa. Aunque eso signifique un peligro para mí».
Me contó que estuvo varias semanas en un centro de detención de migrantes en Tenosique, México. Entró por la frontera de El Ceibo. Su estadía en el centro de detención fue una tortura; desde maltratos verbales hasta físicos.
La Solidaridad de los Hondureños
En los buses de Honduras, sobre todo en las rutas de la costa norte, se suben personas que venden de todo. Desde vendedores de pulseras de lata, hasta vendedores de mariguanol.
A mitad de camino, subió un vendedor de rosquillas. Con su típico discurso, intentó convencer a los pasajeros sobre la calidad de su producto (creo que convenció a la mayoría, pero nadie andaba dinero).
El chofer del bus compró una bolsa de rosquillas. Las repartió entre los migrantes. Y explicó quienes eran. Cómo un acto de solidaridad, en rosquillero repartió otra cantidad de su producto.
Cada uno traía su historia. Salieron del país con sueños de superarse. Con esperanza de tener una vida mejor, la que les robó el narco gobierno. A pesar de haber fracasado en su primer intento, todos están seguros que volverán a intentar llegar «al norte».
Por : Leonardo Guevara
Radio Progreso